23 Ago Tiffany, el modernista de la luz.
Louis Comfort Tiffany, fue el creador norteamericano de vitrales y elementos decorativos al más puro estilo Art Nouveau. Luz, color, estilo y motivos de ensoñación para acompañar al vidrio en un viaje de ilusión.
Hijo del famoso joyero y fundador de Tiffany & Co., estudió arte para colmar sus inquietudes vocacionales de convertirse en artista. Su exploración dentro del campo de los vitrales, fue su pasión durante toda su vida, llegando incluso a fabricar su propio vidrio. Tiffany fascinó con su técnica y sus diseños vegetales, religiosos o los ocasos del fin del día.
El diseñador, incursionó grácilmente en las artes decorativas, volcándose en la creación y diseño de elementos dispensadores de luz artificial; las lámparas, a las cuales impuso el color vibrante y el juego libre de líneas.
Iluminaron con sus suculentos motivos espacios exclusivos, llegando a formar parte de exclusivas colecciones decorativas de presidentes, aristócratas e incluso de la Reina Victoria de Inglaterra. Sin embargo, su principal destino fue la rica burguesía financiera e industrial muy demandante de estos objetos-joya.
Se estima que el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, alberga en sus fondos la colección más completa de obras de Louis C. Tiffany. Un ejemplo de ello, es el bello y sutil vitral “Otoño”.
Pongámonos en situación, el Modernismo, también denominado Art Nouveau, hace referencia a la corriente de renovación artística que en la belle époque, es decir, desde finales del siglo XIX hasta principios del XX, nació con el fundamento principal de crear un movimiento cultural de índole europea nuevo, fresco y libre de tradicionalismo.
En este contexto, Tiffany desarrolló su carrera como diseñador industrial en el ámbito artístico, a través de vitrales de alto contenido modernista. Así, logró conjugar creaciones inspiradas en la naturaleza, con la innovación tecnológica fruto de la revolución industrial, y el invento por parte de Thomas Edison de la bombilla eléctrica.
El Modernismo fue transgresor y rupturista con los lenguajes clásicos del momento. Lejos quedaron las influencias tradicionales academicistas, impresionistas o realistas. La nueva estética superó los cánones establecidos y Tiffany supo sacarle el máximo provecho con sus lámparas de metal y cristal.
Progreso, futuro e innovación, fueron elementos sin los cuales no se entiende el nuevo lenguaje estético del Art Nouveau. Ruptura con el pasado, el futuro entendido como un reto, un desafío donde se erigen nuevas normas y pautas estilísticas.
El nuevo siglo se esperaba con entusiasmo, y el incipiente estilo se internacionalizó. Se impuso en todos los dominios del arte y el diseño, creando atmósferas decorativas de gran exuberancia, y en comunión con la naturaleza.
Tiffany supo interpretar la emergente corriente modernista. Desarrolló interesantes trabajos con motivos florales, fauna exótica como pavos reales, y colores de ensoñación.
Popularizó sus fabulosas lámparas acuñadas como Modelo Tiffany, logró internacionalizarlas e incorporarlas en un mercado ansioso de nuevas formas de expresión en sus ambientes domésticos.
Elegantes curvas y delicados ritmos lineales colman las tulipas. Aúnan arte e industria, para ofrecer a sus selectos clientes productos bellos, fabricados con materiales costosos y una técnica artesanal.
Louis C. Tiffany, armonizó la flexibilidad de las líneas y la suntuosidad, con propósito decorativo. Los vidrios coloreados entendidos con absoluta libertad creativa, son el sustento ornamental de estos objetos mobiliarios.
Los viajes fueron muy influyentes en sus trabajos, especialmente cuando descubrió el vidrio medieval que iluminó iglesias en Francia desde el siglo XII, en tiempos del Románico y más tarde durante el Gótico. Supo articular su interés en el vidrio trabajado, con el diseño de interiores, logrando difundir y adscribir las artes decorativas en la categoría de bellas artes.
El ingenio de Tiffany y sus inquietudes artísticas, desembocaron en el desarrollo de la técnica de “lámina de cobre”. Esta, manipulada adecuadamente, haría posible un detallismo de gran delicadeza, desconocido hasta el momento.
Su fama se consolidó, cuando en 1882 el entonces presidente de los Estados Unidos, Chester A. Arthur, le encomendó la decoración de la Casa Blanca. Realizó sutiles y exquisitos vitrales, e incorporó vidrios opalescentes Tiffany a accesorios y lámparas de gas.
Posteriormente, el presidente Roosevelt realizó cambios estilísticos en la Casa Blanca, imponiendo el estilo Federal, en detrimento del trabajo de Tiffany que fue depuesto en su mayoría.
En 1885, el diseñador fundó su propia fábrica la Tiffany Glass Company, que más tarde se convirtió en la Tiffany Studios. Fue a partir de entonces que se consolidó en el mercado internacional, obteniendo un gran reconocimiento dentro del campo de las artes decorativas. Su seña de identidad gravitaba en su vidrio, diferente y genuino, de colorido tornasolado y vigoroso, denominado Favrile.
Para ello, utilizó el vidrio de la variedad opalina, cuya característica principal es su opalescencia, es decir, un tipo de vidrio semitraslúcido que se presenta en vibrantes colores; rosa, amarillo, azul, negro, blanco…
Además de producir principalmente vitrales y lámparas, la Tiffany Studios también revolucionó con una línea completa de accesorios y objetos decorativos de interiores.
Las lámparas caracterizadas por bases de metal, generalmente bronce, fueron producidas entre los años 1885 y 1920, decoradas con vitrales únicos y de factura excelente. Su popularidad disminuyó en el primer tercio del siglo XX, dado que los gustos de la época se orientaban hacia nuevos estilos. Sin embargo, a partir de los 60 las Tiffany volvieron a recuperar su esplendor, suscitando el interés de coleccionistas y museos.
En la actualidad, el valor de mercado de una lámpara Tiffany oscila alrededor de los dos millones de dólares, no obstante, se pueden encontrar fácilmente imitaciones de diferentes categorías, dónde las mejores, a su vez, son imitadas por modelos económicamente más asequibles.